
En este contexto de profundo dolor y consternación por el asesinato de Brenda, Morena y Lara, desde las organizaciones profesionales de la sociología argentina consideramos este acto de violencia no solo como un crimen aislado, sino como una manifestación de la violencia de género estructural que atraviesa nuestra sociedad. Utilizando el marco conceptual de Judith Butler, podemos entender que este triple femicidio no es un simple suceso, sino una reafirmación violenta de las normas de género que estructuran la vida y la muerte de las mujeres. La violencia femicida se inscribe en un sistema donde la vida de las mujeres es considerada desechable, no sujeta al mismo valor que la de los hombres. Sus cuerpos, en un sentido simbólico, son aniquilados y, en este caso, literalmente desmembrados, lo que expone una negación radical de su humanidad. Este acto brutal es una forma de reafirmar la precariedad de la vida femenina, una precariedad que, como señalaría Butler, es resultado de una política de género que las sitúa fuera de los límites de lo «humano» o «vivible».
El caso, además, se cruza con la creciente problemática del narcotráfico en Argentina. La supuesta conexión de las víctimas con una red de narcotráfico expone una dimensión adicional de la vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres. En un entorno donde las estructuras criminales operan con impunidad, las mujeres y niñas son a menudo las más perjudicadas, ya sea a través de la trata, la explotación sexual, o, como en este caso, la violencia letal que opera como un mecanismo de control y poder. El narcotráfico, al igual que el sistema patriarcal, genera un entorno de riesgo extremo donde las vidas se devalúan y la violencia se normaliza. El hecho de que se investigue este crimen como una posible «venganza narco» subraya cómo las lógicas de la violencia criminal y la violencia de género se entrelazan y potencian, creando un panorama aún más desolador para las mujeres en los barrios más vulnerables del país. La impunidad de estos crímenes es un mensaje perverso que normaliza la violencia y consolida un sistema de dominación.
La inclusión de una adolescente, Lara, en esta tragedia, nos obliga a añadir una perspectiva de niñez y adolescencia a nuestro análisis. La muerte de una niña es un recordatorio de que la violencia de género no distingue la edad y que las dinámicas de poder que la perpetúan afectan a las más jóvenes de manera devastadora. La participación de una adolescente en este contexto de violencia extrema no es casual, sino que es un reflejo de cómo las redes de narcotráfico y criminalidad cooptan a las adolescentes, aprovechándose de su vulnerabilidad, la falta de oportunidades y la ausencia de un Estado que los proteja. Lara no solo fue víctima de la violencia machista y narco, sino que su vida fue truncada antes de que pudiera desarrollarse plenamente. Esto nos interpela como sociedad a proteger a nuestras niñas y adolescentes, a garantizar que tengan acceso a un entorno seguro y a oportunidades de vida que las alejen de las garras del crimen organizado.
Ante este escenario, la única respuesta es un reclamo de justicia y una lucha activa para desmantelar las estructuras de violencia. Exigimos una investigación exhaustiva que identifique a todos los responsables, tanto materiales como intelectuales, y que se les apliquen las máximas penas. La justicia no solo debe ser un castigo, sino también una forma de visibilizar que estas vidas importan y que su muerte no será en vano. Solo a través de un compromiso firme con la equidad de género, la justicia social y la erradicación del crimen organizado podremos empezar a construir un futuro donde la vida de las mujeres y las niñas no sea una vida precaria, sino una vida digna y segura.
- Consejo Directivo del Colegio de Sociólogos de la Provincia de Buenos Aires – Ley N° 10.307 (CSPBA).
- Asociación de Sociólogos de la República Argentina (ASRA)
- Consejo de Profesionales en Sociología – Ley N° 23.553 (CPS)
- Sociología del Litoral Asociación Civil (SLAC)